Éramos pequeños, no sabría concretar la edad que tendríamos. Puntualmente pasamos un día en casa de mi tía. Seguramente fuimos al parque o estuvimos jugando en casa... no recuerdo apenas. Sólo me quedó grabada una pequeña anécdota, quizá porque me la contaron años después.
Casi era la hora de comer y fuimos juntos al supermercado a comprar cuatro cosas. Ya en la cola de la caja mi tía dijo apresuradamente: "id corriendo a buscar algo de postre, escoged lo que más os guste y ya pagamos." Obedientes fuimos a la nevera donde había los yogures, las natillas, los "petite suisse", las copas de chocolate... ¡Era inmensa! Tantos colores, tantas opciones..., todo parecía tan apetecible... ¡Mmmmm! Yo creo que no podíamos tener los ojos más abiertos ni la cara más iluminada. ¡Era como si hubiésemos entrado en universo mágico!
Yo no sé el tiempo que habríamos pasado allí plantados (probablemente mucho más de lo que sería esperable), cuando de repente oímos la voz de mi tía. Como si no pudiera creer que todavía estuviéramos allí sin haber decidido algo tan sencillo como un postre, dijo: "pero bueno...¿todavía no habéis cogido nada? ¡Lleváis un montón de tiempo ahí y yo en la cola esperando!!! ¡Si ya pronto va a ser la hora de cenar! ¿Es que no sabéis lo que queréis?"
Pues puede que fuera eso. Probablemente no sabíamos lo que queríamos. O quizá tal universo de posibilidades nos saturaba.... o quizá es que si escogíamos las natillas de vainilla significaba renunciar a la copa de chocolate que tan buena pinta tenía... ¿Y si no era la decisión correcta?
¡Ahora me río cuando me imagino inmóvil delante de la gigantesca nevera! Actualmente son otras las decisiones que me hacen dudar, aunque tambien confieso que ya no suelo comer ni natillas de vainilla ni copas de chocolate. ¿Será porque así no tengo que tomar la decisión?
Casi era la hora de comer y fuimos juntos al supermercado a comprar cuatro cosas. Ya en la cola de la caja mi tía dijo apresuradamente: "id corriendo a buscar algo de postre, escoged lo que más os guste y ya pagamos." Obedientes fuimos a la nevera donde había los yogures, las natillas, los "petite suisse", las copas de chocolate... ¡Era inmensa! Tantos colores, tantas opciones..., todo parecía tan apetecible... ¡Mmmmm! Yo creo que no podíamos tener los ojos más abiertos ni la cara más iluminada. ¡Era como si hubiésemos entrado en universo mágico!
Yo no sé el tiempo que habríamos pasado allí plantados (probablemente mucho más de lo que sería esperable), cuando de repente oímos la voz de mi tía. Como si no pudiera creer que todavía estuviéramos allí sin haber decidido algo tan sencillo como un postre, dijo: "pero bueno...¿todavía no habéis cogido nada? ¡Lleváis un montón de tiempo ahí y yo en la cola esperando!!! ¡Si ya pronto va a ser la hora de cenar! ¿Es que no sabéis lo que queréis?"
Pues puede que fuera eso. Probablemente no sabíamos lo que queríamos. O quizá tal universo de posibilidades nos saturaba.... o quizá es que si escogíamos las natillas de vainilla significaba renunciar a la copa de chocolate que tan buena pinta tenía... ¿Y si no era la decisión correcta?
¡Ahora me río cuando me imagino inmóvil delante de la gigantesca nevera! Actualmente son otras las decisiones que me hacen dudar, aunque tambien confieso que ya no suelo comer ni natillas de vainilla ni copas de chocolate. ¿Será porque así no tengo que tomar la decisión?
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