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Este pasado domingo tuve la oportunidad de colaborar en la segunda edición de un evento especialmente entrañable dirigido a niños y niñas, en algunos casos con realidades delicadas.
Organizar un evento de la envergadura de Conduciendo Sonrisas require entusiasmo, compromiso e ilusión, pero los centenares de sonrisas que allí se generaron tienen un valor incalculable. Puede que -como en la primera edición- sí que aparezca en la prensa, pero no es lo verdaderamente más importante.
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